Un poco de historia de Béjar
Los primeros pobladores que habitaron la ciudad fueron los vetones (400 a. C.) que ocupaban la parte más al sur de la ciudad, lo que ahora se conoce como La Antigua, y el resto, hasta La Corredera, eran huertas y corrales. A comienzos del siglo primero antes de Cristo, Béjar pasa a manos de los romanos.
En el año 713 fue conquistada la ciudad por los bereberes, quienes ocuparon temporalmente la ciudad, hasta que en el siglo XI el rey Alfonso VI de León y Castilla por fin aseguró las plazas de Salamanca, Segovia y Ávila, desplazando las operaciones militares del Tormes al Tajo. Por estas fechas fue construida la alcazaba y las murallas, las cuales aún se conservan en gran parte. Nuevas incursiones árabes tuvieron lugar hasta la definitiva expulsión de los musulmanes.
Cada año, en las celebraciones del Corpus Christi, unos hombres recubiertos de musgo, rememoran que un día, cuenta la leyenda, que en el reinado de Alfonso VIII, una hueste cristiana que estaba escondida en el monte de El Castañar, inició el ataque a la fortaleza de Béjar. En una tierra verdeante, merced a la climatología húmeda de la Sierra de Béjar, los atacantes optaron por recubrirse con el mejor disfraz: cubiertos de musgo se dirigieron a la fortaleza musulmana, se situaron junto a las puertas y cuando los centinelas las abrieron, confiadamente, abatieron a los vigías y luego se expandieron por la ciudad, conquistándola tras una dura y sangrienta lucha. La puerta por la que accedieron los cristianos se llamó desde entonces Puerta de la Traición. En el lugar en que los atacantes se reunieron para oír misa se erigió una ermita a Santa Marina, en cuyo día se efectuó el asalto. Desde entonces se mantuvo una romería, poco después de la fiesta de Corpus.
La procesión del Corpus tiene una notable trascendencia histórica en Béjar. Se tiene constancia de su celebración desde el medievo. El elemento más curioso de este evento religioso es la presencia de los hombres de musgo, un reducido grupo de personas que desfilan en la misma recubiertas de musgo, como los primitivos atacantes cristianos. En toda la geografía española se pueden encontrar leyendas similares de hombres vestidos con pieles, ramas, etc, haciendo referencia al hombre primigenio. Pero la particularidad de Béjar es que sólo ella ha mantenido viva la tradición recreándola junto a la procesión de Corpus.
Otro de los aspectos que contribuyen a enriquecer la leyenda son las murallas, que datan del siglo XI y pueden constituirse en todo un escenario natural si llega a desarrollarse el proyecto de la escenificación de la tradición. Datan justo de la época en la que Castilla estuvo bajo dominación árabe. Fue ampliada en el siglo XII, durante el reinado del monarca Alfonso VIII de Castilla.
En 1211 Alfonso VIII segrega la actual Comunidad de Villa y Tierra de Béjar de Ávila, de la que todo este territorio previamente formaba parte, y le concede fuero propio. Musulmanes, judíos y cristianos convivieron en Béjar durante varios siglos. Cabe señalar que Béjar, al igual que todos los pueblos de su alfoz, no pertenecieron al Reino de León hasta las reformas territoriales ilustradas del siglo XVIII.
Álvaro de Zúñiga se benefició de las luchas entre Enrique IV y su hermano el Infante Alfonso (a quien había apoyado). Esta actitud continuó en la guerra de sucesión de Enrique IV, entre su hija Juana la Beltraneja y la medio hermana de Enrique IV y hermana del difunto Infante Alfonso, Isabel. La recompensa fue ser nombrado el primer Duque de Béjar, por parte de los Reyes Católicos.
En el siglo XVI el IV Duque de Béjar ordenó la realización de los jardines llamados El Bosque. La Casa Ducal se caracterizó por su labor de mecenazgo. Es conocida la dedicatoria realizada por Cervantes en El Quijote al duque Alonso de Zúñiga, así como la dedicatoria realizada por Luis de Góngora en su inacabada obra «Soledades»
La Casa de Zúñiga agruparía sobre su linaje señoríos repartidos por toda España. Además de duques de Béjar, condes de Plasencia, marqueses de Valero (Salamanca), de Gibraleón (Huelva), condes de Miranda del Castañar (Salamanca), condes de Arévalo (Ávila), Trujillo (provincia de Cáceres), Ledesma (Salamanca), Ayamonte, Belalcázar (Córdoba), vizcondes de la Puebla de Alcocer y señores de Capilla, de Olvera, y Burguillos (Sevilla).
Desde antiguo, la villa se caracterizó por su dedicación a la producción pañera, actividad que eclosionó a partir de la llegada de los «maestros flamencos», traídos por la Casa Ducal para impulsar este desarrollo. Béjar experimentó desde entonces un proceso de proto-industrialización durante todo el siglo XVIII. De ahí se explicaría el gran desarrollo de la actividad textil que caracterizó la economía de la ciudad durante los siglos XIX y XX. La ciudad vivió entonces un gran cambio urbanístico, social y político.
El liberalismo favoreció y consolidó a la burguesía bejarana incipiente a principios del siglo XIX, permitiéndoles controlar la política de Béjar una vez desaparecidos los privilegios señoriales del Duque de Béjar, título que había recaído en la persona de la Duquesa de Osuna en el siglo XVIII.
El desarrollo de la industria textil bejarana fue espectacular, aunque afectada por crisis cíclicas, motivadas por la excesiva dependencia de esta actividad a las contratas del estado, a la mala situación geográfica y a una llegada tardía del ferrocarril, que hacían muy difícil competir con la industria pañera catalana. En 1770, en el «Correo General» publicado en Madrid, Béjar aparece como parte de Extremadura con una «Fábrica de Paños Veinte y seis senos, Veinte y ochenos, y Treintenos, de Varios colores, y Grana».
En 1833, con la división provincial del Decreto de Javier de Burgos, Béjar y los pueblos de su comunidad fueron incluidos en la provincia de Salamanca, en la Región de León. Esta nueva división se encontró con la oposición del municipio. El propio Ayuntamiento de Béjar solicitó la segregación de Salamanca y la incorporación a Ávila, a la que históricamente siempre perteneció. Petición ésta que volvió a repetirse 18 años después, en 1851, también sin éxito.
El título de ciudad le fue concedido por Isabel II en 1850 gracias a las actuaciones del Ministro de Hacienda nacido en Béjar José Sánchez Ocaña. Béjar se convirtió entonces en «Muy Leal» (título concedido por los Reyes Católicos en 1492 por la participación en las conquistas de Málaga y Granada), «Muy Noble» (ganado por la conquista de Cáceres en 1229 de la mano de Alfonso IX de León) y «Liberal y Heroica» posteriormente en la revolución de 1868, en la que los bejaranos resistieron a las tropas de Isabel II. En Primera República la ciudad se declaró cantón durante la Revolución Cantonal.
La industria se vería beneficiada por el estallido de la Guerra Civil, toda vez que Béjar se situaba en zona «nacional», frente a la Cataluña republicana. La victoria militar vendría a establecer un lazo de unión firme entre el nuevo régimen y la burguesía bejarana